Mis palabras para ti
jamás llegaron
con la potencia
con la cual las disparé.
jamás llegaron
con la potencia
con la cual las disparé.
Tiré a matar,
te lo juro.
te lo juro.
Justo al mango.
Puse mi cara
más enamorada
y tiré
una,
dos,
tres,
muchas veces;
perdí la cuenta.
más enamorada
y tiré
una,
dos,
tres,
muchas veces;
perdí la cuenta.
¿Adónde quedaba,
entonces,
mi entrenamiento?
entonces,
mi entrenamiento?
Me enclaustré
varios días,
con una foto tuya
pegada a la pared.
varios días,
con una foto tuya
pegada a la pared.
Y ahí,
solo en mi gruta,
declamaba
para tu imagen.
solo en mi gruta,
declamaba
para tu imagen.
Y nada…
El gesto del retrato
no cambiaba,
no se conmovía.
no cambiaba,
no se conmovía.
Decidí entonces
irme a la mar.
irme a la mar.
Me desnudé
y me sumergí
progresivamente
en la ondulada
grandeza del ponto.
y me sumergí
progresivamente
en la ondulada
grandeza del ponto.
Pedí consejo
a las olas.
He aquí
lo que me dijeron:
“Renuncia.
Suplica por el olvido.
Hazte sumir en la indiferencia.
Detén la poesía.”
a las olas.
He aquí
lo que me dijeron:
“Renuncia.
Suplica por el olvido.
Hazte sumir en la indiferencia.
Detén la poesía.”
Regresé
a las montañas
a mi gruta.
a las montañas
a mi gruta.
Tomé tu retrato
y lo entregué
a un sacerdote:
“Es el diablo, padre”
y lo entregué
a un sacerdote:
“Es el diablo, padre”