Anoche conocí a una mujer:
se hacía llamar “Infinita”
y tenía piernas largas
y usaba una cachucha azul cielo
con bananitos estampados.
A su lado,
me sentía un poco simplón
porque yo no tenía un nombre tan místico
y porque mi cachucha era fondo entero.
Infinita me llamó “Sr.
Filósofo”,
a pesar de que no era filósofo,
pero con ello me dio un poco de su magia.