jueves, 26 de enero de 2012

RASTRO

El Soldado Bohemio tiene una metralleta que dispara palabras. Algunas son de salva, pero otras se entierran como saetas en el corazón de los interlocutores. Hay rumores sobre muchachas que por un susurro murieron lenta y placenteramente. ¡Qué certero puede ser! Cuentan que los nombres de antiguas amantes son su munición más letal; y ahí radica su gran desgracia: no puede evocar el amor pues con él llegará, irremediable, la muerte. El uno se glorifica en la otra.

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En uno de mis paseos por el parque, me sorprendí al ver puntos sangrientos en el piso. Comencé a seguirlos y  el rastro me llevó hasta una banca frente a la iglesia en donde estaba, cabizbajo y envuelto en la luz cetrina que había bajo los árboles, el Soldado Bohemio. Me acerqué a él y al notar mi presencia me miró y quitó su mano derecha de su costado izquierdo; vi la herida que ya teñía su viejo uniforme. Le pregunté que qué había sucedido. “Cargo con demasiados recuerdos. Esto me tenía que pasar, algún día.”