martes, 15 de junio de 2010

PREGÓN

Un hombre que caminaba dando tumbos, con una botella en la mano, se detuvo en una esquina y proclamó:

“La advertencia sutil nunca sobra: La soledad es caprichosa.

No nos mintamos, nos gusta este papel, el de incomprendidos. Error geográfico, aborto generacional, llámenlo como quieran. Sólo sabemos que luciríamos como tontos si dijéramos que no entendemos las dinámicas de la existencia como se nos da. Entonces preferimos invertir la realidad y decimos que es el resto del mundo incapaz de interpretarnos. Un eterno juego con los extremos de las percepciones; única salvación de aquel que se haya incapacitado para la plenitud de lo sencillo.

La soledad es la peor de todas: posesiva, egoísta, maleducada. Logra arrebatarnos incluso cuando hemos creído rechazarle definitivamente. Se obsesiona con dar vida a los únicos personajes que otorgan sentido a su no-existencia. Los misteriosos, silentes, parcos, místicos. Caen todos en su trampa. Condenada sea.

Revivió en el momento que la cremábamos en el horno de la indiferencia. Saltó hecha una bestia adolorida en llamas y suplicó, mísera y claudicante, que no nos volviéramos a atrever a olvidarla. Sus juegos agotan, ¿Saben? Pero aún no logra arrebatarnos los sentidos, y es por eso que nunca nos consagraremos a ella. Por eso mismo nos odia, porque nos arrastran a ella las circunstancias y casi nunca nuestra voluntad.

Somos fantasmas que olvidaron quienes eran en vida. Las respuestas vagan en el tiempo y la historia; ya no son. Si han de encontrarse con mi pasado, sean amables con él. Y si éste les aconseja, háganle caso. “

Al ver que la gente pasaba de largo y no escuchaban sus palabras, el hombre concluyó con lo siguiente:

"Esta lucha perpetuada en mis días, no tiene fundamento. Mis enemigos no existen ya. Son un pasado, una mentira o algún supuesto. El oro no es nada en un mundo sin rivales."



OGR 2010

viernes, 11 de junio de 2010

Tranquilícense

Si han de verme caminando por la calle sin mirar al frente, con las manos en los bolsillos, con el entrecejo tensionado, con aires de elevación metafísica; un alma que reflexiona hondamente. Por favor, no se dejen engañar y no dejen de saludarme. Les aseguro no interrumpirán pensamientos etéreos y sublimes. En el más delicado de los casos, estaré decidiendo en qué panadería tomar el algo.

Osmar G.