Quería excitar sus mentes con palabras descarnadas pero sólo hallé silencio. Se sucedieron frente a mí los más extraordinarios hechos y sólo pude susurrar:
“No entiendo”
Una vez comprendí que el poeta en mí había muerto, decidíme entonces a probar suerte en otros asuntos.
Mis cruzadas espaciales no fueron del todo infructuosas. Pude descubrir hacia donde iban en realidad las almas: arden en el sol o son pulverizadas para dar su tono a la luna. Sin embargo estos hallazgos fueron rechazados por los sabihondos habituales, por lo que de nuevo me obligué a cambiar de profesión.
…Quise ser obsesivo,
pero me distraje
haciendo alguna otra cosa…
Finalmente, me uní al ejército. Apenas me puse el uniforme me montaron en un helicóptero y volamos al monte. Allí, me apliqué tan bien mi maquillaje de camuflaje, que me confundí con la vegetación y olvidé por completo que era humano.
Hasta hace sólo unos días reaccioné, y recordé que mis ramas eran manos. Corrí a buscar un charco para ver mi reflejo en él. Contemplé mi rostro unos segundos y supe la respuesta a todas mis preguntas.