domingo, 19 de septiembre de 2010

ADVERTENCIA

Hallábase el Buenmuchacho caminando sin rumbo por las solitarias calles, como acostumbraba hacerlo tantas tardes de ocio infinito y sideral. Como su mirada está usualmente perdida en disertaciones infructuosas, aquel hombre de anteojos y camisa a cuadros por dentro del pantalón tuvo que detener la marcha del Buenmuchacho colocando una mano en su hombro. El Buenmuchacho volvió en sí y vio a aquel extraño de mirada demente tras unos anteojos. “¿Qué pretende?” –dijo el extraño. El Buenmuchacho estaba mudo, no conocía a este sujeto, y tampoco podía imaginar que era lo que él pretendía con aquel cuestionamiento. Mientras esta reflexión se sucedía no se percató de que ahora se hallaba rodeado por personas de apariencias distintas, un grupo realmente heterogéneo, imposible clasificar un rango de edades o algún conglomerado específico; lo único que compartían estos seres era aquella mirada demente.”Lo hemos estado buscando, ¿sabe? – Prosiguió el primer interlocutor- pero con su alias no teníamos muchos indicios sobre su persona. ¿Por qué su subrepticia? ¿Ah? ¿Es nuestro gremio muy poco para usted?”. El Buenmuchacho seguía inmóvil, mudo, dubitativo. ¿Quiénes eran esas personas? ¿Por qué lo buscaban? ¿Qué querían? El círculo de extraños parecía cerrarse más y más a cada instante, presionando las respuestas. “Hemos sabido sobre sus andanzas y sobre algunas de sus reflexiones. Su obstinación nos ofende sobremanera, su altivez solitaria es un verdadero improperio, ¿sabe?” El Buenmuchacho seguía sin idea alguna y trató de identificar algún rostro, pero en todos ellos no hallaba más que locura y rencor. El que había hablado todo el rato, hizo una señal y una mujer pelinegra y de ojos verdes y maniacos se acercó al muchacho casi sensualmente, mientras sacaba algo de su bolsillo: Un lapicero dorado, muy elegante, como para firmar cheques multimillonarios o escribir alguna obra maestra. Aquel instrumento fue lo que dio a entender al Buenmuchacho lo que sucedía, quienes eran los que le rodeaban. Se trataba, sin duda alguna, de “Los Olvidados”: Una tribu salvaje de escritores furtivos. Eran, hasta ese momento, sólo una leyenda, un delirio de los temerosos; pero ahí estaban, rodeándolo. La muchacha le quitó la tapa al lapicero y un filo resplandeciente delató la naturaleza asesina de aquel objeto. “Ahora díganos, Buenmuchacho, ¿Cooperará con nosotros? En realidad, no comprendemos el porqué de su exilio, su enajenamiento heroico no es más que egoísmo para nosotros. Hasta hemos venido a darle una oportunidad y usted no nos responde más que con terquedad suicida. ¿Por qué?- en este punto se vislumbraban lágrimas en los ojos del interrogador- ¡RESPONDA!”. Silencio. Los Olvidados comenzaban a desesperarse. “No nos deja más opción”. Sabiéndose indefenso, el Buenmuchacho cerró los ojos esperando el coup de couteau pero no pasó nada. Al abrir sus ojos se hallaba solo de nuevo. Había sido una advertencia.

4 comentarios:

  1. La advertencia es clara... lee la sombra del viento y entenderás todo!

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  2. estoy de acuerdo con la mujer rastrillo, en la sombra del viento se encuentran respuestas a estas penas y otras muchas.
    Buen anécdota esta, buen muchacho, al menos escapaste un día más con una advertencia y no un lapicero dorado de puñal en el corazón. :)

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  3. Wow... he quedado atrapada en el relato! Yo de ti, andaría con más cuidado por las calles ;)

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