Cómo disfrutaba
Escuchar su llanto,
Que por obra de un acorde
se convertía en grito.
Qué vistosos me parecían
Su cabello y atavíos,
Suaves y malignos,
Entre lila y azabache.
Se les veía por ahí,
Ebrios de angustias,
Pletóricos de desamor,
Epítomes de lo sensible.
Y ahora…
¿Dónde estarán?
¿Dónde, su oscura poesía?
¿Dónde, sus entubadas siluetas?
Probablemente
Son burócratas,
O comerciantes,
con un secreto disperso
entre viejas fotografías
e infantiles cicatrices.
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