“Hay que afrontarlo: no estoy en nada” pensó Teodoro Martínez cuando contó las monedas que sacó de sus bolsillos y se dio cuenta de que no le alcanzaban para pagar el tinto que acababa de pedir. Una vez más, tendría que poner su cara más simpática y acercarse a Don Gonzalo para que le apuntara otro fiado.
- Don Gonzalo, que pena, pero es que…
-Maldita sea, muchacho, entrégate con soltura y entereza al no-ser, ¿No comprendes aún que nada tiene precio porque todo ya ha sido pagado por nuestros sufrimientos pasado y futuros?
-Está bien.
Aturdido, Teodoro vagó unas horas más por la calles del centro, confiado en su nueva filosofía de vida.
Hey, me gusta!
ResponderEliminarEntonces lo que tenemos es un crédito gigante o mejor dicho: un superávit.
ResponderEliminarSaludos.
Si eso fuera verdad, yo sería más degenerada de lo que soy y vos más vago te amo con loca pasión del corazón!
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