Alexander y Rosa
llevaban saliendo un par de meses. Dando cumplimiento a los ritos del amor,
llegó el día en el que él conocería a los amigos de ella. Fueron todos una tarde a un café. Él se
mostraba amable, consciente del importante paso que se daba en su relación
aquel día; “El visto bueno del círculo social de la pareja es imperativo.” pensaba.
Sin embargo, no hubo que esforzarse mucho, pues ellos le agradaron sinceramente
y viceversa. Los amigos de Rosa eran de buen conversar, dispuestos al corrillo
y a bromear.
La tarde caía, jovial y tranquila, y tal vez fue la luz
crepuscular la que dio paso al tema obligado de toda tertulia: La Literatura.
Para Alexander este punto era esencial para definir el carácter de las personas,
e igualmente mostrar el suyo ante los demás.
Se mencionaron los
títulos esperados y consabidos: los libros obligados del colegio y alguna
lectura existencial hecha en el ardor de la adolescencia; luego los clásicos de
aquí y de allá, y uno que otro chisme de la vida bohemia de los autores.
Alexander se sentía
cómodo en el tema, sacando a relucir, vivaz, teorías de índole narrativa o simbólica que
producían gestos de aprobación entre los presentes. Miraba a los ojos a Rosa y casi que la oía
suspirar por tener un novio tan docto y elocuente. Así Alexander comenzó a
sentir una inexplicable alegría en su interior, y él la calificó como el
presagio de un futuro feliz con Rosa. Mas esta sensación fue cortada de un
tajo al escuchar esta frase:
“Mi filosofía de vida está basada en “El Principito” ”
Como era de esperarse,
Rosa y sus amigos aprobaron al unísono, y cada uno fue suspirando a medida que
venían sus recuerdos particulares con aquella obra. Excepto Alexander, que odiaba el libro.
Todos comenzaron a
recitar pedazos de memoria, inventando voces para los personajes. Recordaban una
cosa que dijo el zorro o una frase del principito. Comparaban a los habitantes
de los planetas de la historia con alguna persona que conocían. Decían qué edad tenían cuando leyeron el
libro “la primera de diez veces”. Algunos sacaron su cuaderno del principito,
su billetera del principito o su lapicero del principito, intercambiándoselos
sonrientes. Y Alexander, callado, mirando al suelo.
La actitud de su novio
extrañó a Rosa. “¿No te lo leíste? ¡Yo te lo presto!” – dijo ella, inocente.
Hay extraños juramentos
que nos hacemos a nosotros mismos en determinados momentos de la vida. Y en ese
instante él haría efectivo el suyo: revelar su venenoso odio contra “el pequeño
rubio sabelotodo”.
“No me gusta ese libro”-
dijo, seco.
Reacción colectiva de
indignación. Algunos se llevaron las manos a la boca, atónitos.
“Pero, mira que…”
Y comenzó el sermón de
todo el mundo, que ya Alexander se sabía de memoria: las metáforas y la vida
moderna y el niño interior y la vigencia del texto y todo lo que siempre decían.
“No, no me gusta. No me
gusta” repitió, categórico.
Y se redoblaron las
argumentaciones de Rosa y sus amigos, que comenzaban a tener un amargo tono de
recriminación. Hasta llegar a un punto en el que rodaron lágrimas de desengaño
e incredulidad por las mejillas encendidas de la triste muchacha, que ahora
veía en su novio a un ser tan mezquino que no podía ni compararlo con los
personajes más viles del libro.
Sabiéndose en una
historia repetida, Alexander aceptó de nuevo su papel de villano y comenzó su
bien estudiada diatriba:
“¡Reniego de su pequeño
redentor, ídolo espacial y niño eterno! Quédense con él y ámenlo, que por mí,
puede perecer mil veces más en ese desierto.
Ojalá y se lo coma la
tal boa y que en sus entrañas lo pise el tal elefante. Así habrá deseado que
fuera sólo un sombrero.
Que explote su
asteroide, nido del egoísmo, y que se haga basura espacial que flote por
siempre en el éter.
¿Cómo voy a saber que
hay en la caja? Puede haber cualquier cosa y simplemente puedo mentir sobre su
contenido. Porque eso es lo único que es en verdad esencial e invisible: ¡las
mentiras! ”
***
Sobra decir que
Alexander se quedó soltero y que nadie volvió a juntarse con él.
Fin.
jaaaaaaaaajajajajajajajajajajjajajajajaja
ResponderEliminarel mejor
Hombre mi letrado docto....Un abrazo.
ResponderEliminar